martes, 14 de febrero de 2012


LAS TUMBAS REALES DE SIPÁN
Se conoce con este nombre a un  pequeño centro poblado anexo a la extensa cooperativa azucarera de Pomalca y emplazado en la sección media del valle de Lambayeque.
El  monumento arqueológico de Sipán, conocido localmente como Huaca Rajada, se compone de dos grandes estructuras piramidales de adobe que, debido a la erosión, hoy parecen montañas de barro que emergen entre las plantaciones de caña.  Estas edificaciones dominan el paisaje y están alineadas de  oeste a este.
Las dos construcciones principales presentan una planta más o menos cuadrangular y se encuentran separadas por un espacio central de aproximadamente sesenta metros que semeja un patio o una plaza.
La edificación ubicada hacia el oeste ocupa un área aproximadamente de 20,000 m2- 140 m por lado- y alcanza una altura máxima de 35 metros.  El segundo edificio, cuya forma piramidal esta mejor definida, cubre un área de aproximadamente 5,000 m2- 70 m por lado-  y alcanza una altura  promedio de 37 metros.  Todo el conjunto orienta su frente hacia el norte, donde existe un juego de plataformas menores las que habrían funcionado como accesos.
El examen del basamento de las pirámides y las huellas de ampliaciones sucesivas indican que ambas fueron erigidas sobre un terreno llano, lo que habría demandado una impresionante inversión de labor constructiva.  Así, la pequeña laguna ubicada al lado sur es resultado de la  extracción del material arcilloso, utilizado para confeccionar los millares de adobes empleados a lo largo de muchos años y quizás generaciones, en la construcción de las pirámides.
El descubrimiento de las tumbas reales de Sipán
A comienzos de 1987, una verdadera fiebre de oro conmocionó el tranquilo pueblo de Sipán, pequeña villa rural rodeada de campos de cultivo de caña de azúcar en el cálido valle de Lambayeque. Decenas de campesinos de las localidades vecinas, hombres, mujeres y niños armados con palas, cedazos, cualquier herramienta o sólo sus manos  hurgaban en la tierra, en busca de fragmentos metálicos en las faldas de una antigua plataforma de adobe.  Pocos días antes en ese mismo, un grupo de saqueadores de tumbas prehispánicas conocidos como huaqueros, había profanado la rica tumba de algún personaje importante de antigua cultura Moche o Mochica, que se desarrollo en la región entre los siglos I y VI d C.  Uno de los grupos de pizas arqueológicas extraídas de Sipán fue requisado por la policía en la casa de uno de los integrantes de la banda de huaqueros. Verificada la magnitud del saqueo y la importancia de las piezas, la singularidad de las representaciones, la calidad artística y la perfección de la técnica metalúrgica, no nos cupo duda alguna de que se trataba de la recuperación más importante de piezas arqueológicas de los últimos años.  A la vez, nuestro conocimiento de las antiguas culturas del norte peruano nos permitió comprender que estas piezas resultaban ser sólo una parte de los ornamentos  mayores de un entierro real.  Y que, si en ese lugar existía una tumba, cabía la posibilidad de encontrar otra aún intacta.
Ante el bárbaro accionar de los saqueadores de la tumba de Sipán, la policía emprendía sus primeros patrullajes en el pueblo, fue entonces cuando en abril de 1987, en una precaria tienda, se instalo un pequeño equipo de trabajo acompañados por policías, por lo que meses más tarde condujeron a uno de los hallazgos mas grandes e importante de la arqueología  del Nuevo Mundo: la cámara funeraria intacta de un importante  señor moche.
Por primera vez la ciencia tenía acceso al contexto completo de una tumba intacta del más alto rango de las culturas del antiguo Perú, con la inapreciable información sobre la organización social, religión y sistema de vida que correspondieron a sus ocupantes.
Ocho esqueletos de sirvientes, concubinas y guerreros rodeaban un ataúd de madera que contenían los restos del principal ocupante de la tumba, acompañado de su tesoro de ornamentos, tocados, emblemas y atuendos de oro, cobre dorado y piedras semipreciosa.  Estos objetos que de por si son verdadero compendio de exquisito arte y técnica metalúrgica, constituyeron un símbolo de poder para un dignatario muerto hace  mil seiscientos años, a quien hemos venido llamando Señor de Sipán.
¿Quién fue el señor de Sipán?
Nunca antes se había documentado arqueológicamente un entierro semejante y, menos aun uno que contuviera ornamentos y atuendos de tan refinada calidad artística.  Al término de la recuperación, no nos queda la menor duda que nos encontramos frente al entierro de uno de los hombres más importantes de su sociedad y su tiempo. 
El arte mochica, esencialmente figurativo y religioso, nos ha dejado un impresionante bagaje de imágenes y representaciones que parecen restringirse a temas o escenas más o  menos recurrentes donde figuran y actúan personajes reales o sobrenaturales (hombres con atributos  de animales, animales mitológicos o plantas, frutos y artefactos animados).  Entre los más destacados protagonistas de esa iconografía se encuentra un personaje que recibe ofrendas, honores y deferencias a su alta investidura y preside o conduce todo evento o ceremonia importante.  Sorprendentemente muchos de los atributos, emblemas e insignias representados en esa iconografía son semejantes a los descubiertos en la tumba de Sipán.  Los especialistas han llamado a este personaje “Ser Radiante” o “Guerrero Sacerdote”. Nosotros le llamamos Señor en alusión a su rol ambivalente y a la naturaleza de las formaciones sociopolíticas de la costa norte.
Los emblemas de mando, insignias y ornamentos   cargados de simbología militar que fueron hallados en la tumba regia, así como los acompañantes, armas y las imágenes que figuran en la cerámica recuperada en ese sitio, nos llevan a conocer la indudable y primordial autoridad militar del Señor de Sipán. Sin embargo, se puede afirmar que, más allá que de esa primera constatación, nuestro personaje ostentaba una triple autoridad: militar, religiosa y civil.
El juego de tocados radiantes y sus posibles combinaciones militares, que aparecen en las escenas de combate y sacrificio de la iconografía moche vuelve a encontrarse en el personaje “Solar”  y guerrero que restablece el orden de las escenas de “rebelión de los artefactos”, el cual esta comandado por el hombre-pájaro (Señor de la Noche).  La alusión al mantenimiento de este necesario orden y equilibrio parece en verdad tocar la principal función sacra del Señor.  No en vano parte de sus ornamentos y emblemas se refiere a la dualidad simbolizada por el oro

1 comentario:

  1. el señor de Sipan fue el maximo señor de nuestra cultura regional. fue tan importante que casi toda su vestimenta era de oro y lo mas alucinante es el collar de mani que tambien estaba hecho de oro y eso fue antes de la llegada de los españoles.

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