Se suele
decir que en tiempos prehispánicos no se consumían propiamente los dulces, pues
no existían – salvo la miel de abejas silvestres, en cantidades muy reducidas –
los insumos necesarios para prepararlos, por lo que la tradición dulcera
peruana se remonta sólo a la llegada de los españoles. Esto parece comprobado
en el caso de ciudades como Lima, Arequipa o Moquegua, cuyos dulces suelen ser
variantes de los peninsulares o innovaciones a base de ingredientes que
llegaron con los españoles: harina de maíz, miel de caña, leche, etc.
Sin embargo
en una región del antiguo Perú si existía una fuente de dulce relativamente
abundante: el algarrobo, cuya miel se sigue fabricando con el sencillo expediente
de hervir las vainas de la algarroba.
En cualquier
caso, Lambayeque es uno de esos lugares donde la dulzura ha sentado sus reales,
y si ya antes del siglo XVI tenían predilección por esos manjares, la caña de azúcar,
traída por los españoles, vino a darles en la yema (o azúcar) del gusto. Muchos
son los dulces que se preparan en Lambayeque: machacado de membrillo, cuñas
(una especie de turrón de miel de caña y maní), alfajores y natillas. Pero el
que representa a Lambayeque es, indudablemente, el King Kong.
U nombre es
relativamente reciente, pues no tiene aún cien años. Su existencia es más
antigua y se remonta a la llegada de los alfajores, los cuales, sin embargo,
pronto sufrieron una transformación en contenido y forma. Pues resulta que en algún
momento los alfajores de Lambayeque empezaron a crecer verticalmente – primero de
dos pisos, luego tres – y horizontalmente – tamaño platito, tamaño plato,
tamaño fuente -, y como no podía repetirse el relleno, pues entonces, además de
manjar blanco, había que usar dulce de piña, dulce de membrillo, dulce de maní
con chancaca, etc. En realidad, como en el caso del huevo y la gallina, no se
sabe qué fue primero: si los pisos, que
exigieron la variedad de sabores, o las gana de mezclar sabores, que llevaron a
aumentar los pisos.
Hasta que también
a Lambayeque llegaron los locos años veinte, y con ellos el cine. Y el gran éxito
del celuloide, King Kong, el gigantesco gorila. Por supuesto, no podía faltar
el ingenioso que, al vuelo, estableciera la semejanza y lanzara la chapa al
viento: había sido bautizado el King Kong.

el king kong San Roque es buenisimo, porque sus dulces son frescos. ademas que esta empresa tiene años en el mercado y sabe lo que es la calidad.
ResponderEliminartambien la empresa San Roque tiene varios productos que son buenisimos.