miércoles, 15 de febrero de 2012



King Kong
Se suele decir que en tiempos prehispánicos no se consumían propiamente los dulces, pues no existían – salvo la miel de abejas silvestres, en cantidades muy reducidas – los insumos necesarios para prepararlos, por lo que la tradición dulcera peruana se remonta sólo a la llegada de los españoles. Esto parece comprobado en el caso de ciudades como Lima, Arequipa o Moquegua, cuyos dulces suelen ser variantes de los peninsulares o innovaciones a base de ingredientes que llegaron con los españoles: harina de maíz, miel de caña, leche, etc.
Sin embargo en una región del antiguo Perú si existía una fuente de dulce relativamente abundante: el algarrobo, cuya miel se sigue fabricando con el sencillo expediente de hervir las vainas de la algarroba.
En cualquier caso, Lambayeque es uno de esos lugares donde la dulzura ha sentado sus reales, y si ya antes del siglo XVI tenían predilección por esos manjares, la caña de azúcar, traída por los españoles, vino a darles en la yema (o azúcar) del gusto. Muchos son los dulces que se preparan en Lambayeque: machacado de membrillo, cuñas (una especie de turrón de miel de caña y maní), alfajores y natillas. Pero el que representa a Lambayeque es, indudablemente, el King Kong.
U nombre es relativamente reciente, pues no tiene aún cien años. Su existencia es más antigua y se remonta a la llegada de los alfajores, los cuales, sin embargo, pronto sufrieron una transformación en contenido y forma. Pues resulta que en algún momento los alfajores de Lambayeque empezaron a crecer verticalmente – primero de dos pisos, luego tres – y horizontalmente – tamaño platito, tamaño plato, tamaño fuente -, y como no podía repetirse el relleno, pues entonces, además de manjar blanco, había que usar dulce de piña, dulce de membrillo, dulce de maní con chancaca, etc. En realidad, como en el caso del huevo y la gallina, no se sabe qué  fue primero: si los pisos, que exigieron la variedad de sabores, o las gana de mezclar sabores, que llevaron a aumentar los pisos.
Hasta que también a Lambayeque llegaron los locos años veinte, y con ellos el cine. Y el gran éxito del celuloide, King Kong, el gigantesco gorila. Por supuesto, no podía faltar el ingenioso que, al vuelo, estableciera la semejanza y lanzara la chapa al viento: había sido bautizado el King Kong.




Dicen que esto ocurrió en un sitio preciso: la tienda de dulces que existía en la calle San Roque y que luego se convertiría en la prestigiosa fábrica del mismo nombre. La denominación no fue patentada y hoy la usan todos los establecimientos que elaboran este alfajor. 

1 comentario:

  1. el king kong San Roque es buenisimo, porque sus dulces son frescos. ademas que esta empresa tiene años en el mercado y sabe lo que es la calidad.
    tambien la empresa San Roque tiene varios productos que son buenisimos.

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